martes, 30 de abril de 2013

San José Benito Cottolengo


Pío IX la llamaba “la Casa del Milagro”. El canónico Cottolengo, cuando las autoridades le ordenaron cerrar la primera fase, ya repleta de enfermos, como medida de precaución al estallar la epidemia de cólera en 1831, cargó sus pocas cosas en un burro, y en compañía de dos Hermanas salió de la ciudad de Turín, hacia un lugar llamado Valdocco. En la puerta de una vieja casona leyó: “Taberna del Brentatore”. La volteó y escribió: “Pequeña Casa de la Divina Providencia”. Pocos días antes le había dicho al canónigo Valletti con sencillez campesina: “Señor Rector, siempre he oído decir que para que los repollos produzcan más y mejor tienen que ser transplantados. La “Divine Providencia” será, pues, transplantada y se convertirá en un gran repollo...”. José Cottolengo nació en Bra, un pueblo al norte de Italia. Fue el mayor de doce hermanos, y estudió con mucho provecho hasta conseguir el diploma de teología en Turín. Después fue coadjutor en Corneliano de Alba, en donde celebraba la Misa de las tres de la mañana para que los campesinos pudieran asistir antes de ir a trabajar. Les decia: “La cosecha será mejor con la bendición de Dios”. Luego fue nombrado canónigo en Turín. Aquí tuvo que asistir, impotente, a la muerte de una mujer, rodeada de sus hijos que lloraban, y a la que se le habían negado los auxilios más urgentes, porque era sumamente pobre. Entonces José Cottolengo vendió todo lo que tenía, hasta su manto, alquiló un par de piezas y comenzó así su obra bienhechora, ofreciendo albergue gratuito a una anciana paralítica. A la mujer que le confesaba que no tenía ni un centavo para pagar el mercado, le dijo: “No importa, todo lo pagará la Divina Providencia”. Después del traslado a Valdoceo, la Pequeña Casa se amplió enormemente y tomó forma ese prodigio diario de la ciudad del amor y de la caridad que hoy el mundo conoce y admire con el nombre de “Cottolengo”. Dentro de esos muros, construidos por la fe, está la serene laboriosidad de una república modelo, que le habría gustado al mismo Platón. La palabra “minusválido” aquí no tiene sentido. Todos son “buenos hijos” y para todos hay un trabajo adecuado que ocupa la jornada y hace más sabroso el pan cotidiano. Les decía a las Hermanas: “Su caridad debe expresarse con tanta gracia que conquiste los corazones. Sean como un buen plato que se sirve a la mesa, ante el cual uno se alegra”. Pero su buena salud no resistió por mucho tiempo al duro trabajo. “El asno no quiere caminar” comentaba bonachonamente. En el lecho de muerte invitó por última vez a sus hijos a dar gracias con él a la Providencia. Sus últimas palabras fueron: “In domum Domini íbimus” (Vamos a la casa del Señor). Era el 30 de abril de 1842.
Una Oración para cada Día

San José Benito Cottolengo (en ital. Giuseppe Benedetto Cottolengo) Nace en Bra, Cuneo, Piemonte, Italia el 3 de mayo de 1786. Hijo de Agostino Cottolengo y Benedetta Chiarotti.
En 1802 Viste el hábito talar y cursa clandestinamente sus estudios eclesiásticos en la parroquia de Sant'Andrea en Bra.
En 1806 Recibe las órdenes menores de manos de monseñor Arborio Gatinara, obispo de Asti.
En 1811 Monseñor Paolo Solaro le ordena sacerdote en la capilla del seminario de Turín.
El 29 de mayo de 1818 es nombrado canónigo del Corpus Domini en Turín.
El 2 de septiembre de 1827 presencia la muerte de Maria Gonnet, hecho que cambiará el rumbo de su Misión.
17 de enero de 1828: Inaugura el pequeño hospital de la Volta Rossa
El 27 de abril de 1832 Inaugura la Piccola Casa della Divina Provvidenza en los suburbios de Turín, en la zona de Valdocco.
El 21 de abril de 1842 se retira a Chieri en casa de su hermano, el canónigo, Luigi donde muere el 30 de abril.
Fue beatificado el 29 de Abril de 1917 por Benedicto XV y fue canonizado por el Papa Pio XI el 19 de marzo de 1934
Fuente WIKIPEDIA